miércoles, 1 de septiembre de 2010

confianza

Que bueno es saberse siempre fiel a las propias ideas y a la gente querida, sin tener que venderse a nadie por nada.

Nunca ha quedado lugar en mi vida para los traidores, para los indecisos, para los que no van ni vienen o para los que van y vienen.
Así soy yo, blanco o negro, mar o montaña.

Afortunadamente, puedo cerrar los ojos y dejarme caer de espaldas en los brazos de cada uno de aquellos a los que elegí como amigos y que también me eligieron a mi... cuanta mas gente conozco, mas los quiero y los extraño.

viernes, 2 de julio de 2010

Terminaba el otoño de un invierno que no pudo ser.
Tenía una pena que a pesar de su esfuerzo logró torcerle los extremos exteriores de los ojos bajándole definitivamente la mirada.
Al respirar, el aire se tornaba espeso, obligándola a inspirar con mas fuerza y contenerlo dentro de si. De vez en cuando lo soltaba de un solo soplido.
Su cabello despeinado, el maquillaje corrido, la mirada opaca.
Sus piernas y manos pálidas temblaban frágiles.
No recordaba el día en que sonrió por última vez.
Había perdido la gracia, el brillo, la magia.
No había esperado a aquellos que quisieron alejarse de su lado.
Aquel día soltó al viento su última y única esperanza.
A penas pudo levantarse para ver por la ventana las hojas caer, pero esta vez no lograron conmoverla.
No sintió frío, ni calor, estaba ausente de si misma.
Se miro al espejo pero al no poder reconocer su rostro lo arrojó al suelo rompiéndolo en pedazos.
Se dejó caer y tendida en el piso soltó un llanto débil como susurro.

Tomó un trozo del espejo, lo apoyó sobre su cuello, cerró los ojos y apagó su luz.

lunes, 22 de febrero de 2010

María Emilia I

Conocí a María Emilia en el invierno del 2005. Me faltaba un año para terminar la carrera y como todas las temporadas de esquí trabajaba en el bosque para pagarme medio año de facultad.
Esa vez me habían pasado al local 29 de la galería, María Emilia trabajaba en el 33.

Es difícil describirla, si pienso en la primera vez que la vi, era una señora mayor, elegante. A pesar del frío, se notaba a simple vista que tenía buen gusto para vestir y un frondoso y correcto vocabulario.
Sabía que hacía una semana había cumplido años y había hecho una fiesta en su casa. No me invitó porque a penas nos saludábamos cuando nos cruzábamos de frente por los pasillos, pero había escuchado que cumplía 65 años. Parecía de esa edad. Su rostro y su voz estaban arrugados.

Habían pasado las primeras dos semanas cuando entró en mi local diciendo "yo soy María Emilia", sonrió pícara y me preguntó todos los precios de la vidriera. Pensé que, por su edad, no veía bien los carteles, después me di cuenta que estaba jugando conmigo; pero hasta entonces para mí era una señora mayor, y sólo por eso le debía respeto. Traté de ser simpática y contesté con paciencia. Luego sacó un billete de 100 pesos del bolsillo y me pidió cambio.

Cuando abrí la caja registradora se acercó al mostrador. Traía puestas unas botas de cuero marrones con una franja de piel mas clara en el extremo superior de la caña, pantalones marrones, y un hermoso sweter color marfil bordado con unas pequeñas hojas verdes alrededor del cuello.

Me entregó el billete, tomó el dinero de mi mano y fue ahí cuando vi que las hojas verdes bordadas eran hojas de marihuana.
Sentí pena por ella, era una mujer mayor y alguien le había jugado una mala pasada. Me imaginé toda la situación, pensé que algún vendedor inescrupuloso le había vendido el sweter a esta pobre mujer, pensé que quizá ella había comprado sin saber, pensé en decirle, luego en no decirle.

Tomo el dinero, se dio vuelta y caminó unos pasos cuando arrojada por un impulso le dije:

-María Emilia! Disculpe el atrevimiento, esto es raro... (balbuceando, volví a dudar, luego tomé aire y mas decidida terminé la frase) mire creo que es mejor decirle, yo se que usted es una señora mayor, elegante...¿sabe que son esas hojas que lleva bordadas en el sweter?

De espaldas giró sólo media vuelta su cabeza hacia la izquierda, mirando hacia el costado y con media sonrisa dibujada me contestó:

- Es "Cannabis"... te parece raro? Raro era en mi época! -concluyó-
Soltó una carcajada burlona y se fue.


Ese día y así, conocí a María Emilia.